Los inicios de una aventura arqueológica
En 1982, Ugo Ugolotti, dueño de la agencia de turismo GIULIA, presentó a su amigo arqueólogo italiano Giuseppe Orefici. Ugo, quien pasó su infancia en Nasca, conocía el potencial turístico de la zona y también fue testigo de la constante depredación de sus cementerios y sitios arqueológicos.
Su amor por la región lo llevó a compartir con Giuseppe la necesidad de proteger ese legado y desarrollar un proyecto en la zona. Fue así como comenzó una historia que marcaría para siempre la arqueología de Nasca.

El equipo pionero en Nasca
Fui la primera estudiante de arqueología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en unirme a esta aventura. Nuestra primera expedición nos llevó a Pueblo Viejo, una antigua aldea Nasca con viviendas y cementerios.
El equipo inicial estaba formado por Giuseppe, su esposa Elvina y un grupo de estudiosos italianos que, con el tiempo, se convirtieron en colaboradores comprometidos. Recuerdo aquellas noches de guardianía en el campamento, cuidando las tumbas excavadas, iluminados por la luna y las estrellas, y acompañados de un buen pisco para mitigar el frío.
Cahuachi: el corazón de la cultura Nasca
Las excavaciones pronto se trasladaron a Cahuachi, el gran centro ceremonial Nasca saqueado durante siglos. Con una visión inagotable, Giuseppe estableció convenios con universidades de Italia, Polonia, Francia y otras instituciones europeas, atrayendo especialistas en etnobotánica, arqueología, antropología física, arquitectura, restauración y musicología.
Los hallazgos fueron impresionantes: muros decorados de casi 30 metros de alto, textiles pintados usados como ofrendas, entierros humanos y animales, restos botánicos, antaras de cerámica y vasijas con residuos de chicha. Cada descubrimiento aportaba una nueva mirada sobre la cosmovisión Nasca.
Difusión internacional y reconocimiento
Giuseppe no se limitó a excavar. Viajó por Europa promoviendo exposiciones sobre los tesoros de Cahuachi. Una de las más impactantes fue Los Pueblos del Sol y de la Luna, realizada en el Castello Sforzesco de Milán, que deslumbró a la ciudad con piezas exóticas y un catálogo memorable que consolidó aún más el prestigio de la cultura Nasca.
Desde el Centro Italiano de Estudios e Investigaciones Arqueológicas Precolombinas (CISRAP) en Brescia, Orefici se convirtió en referente de la cultura Nasca en universidades e instituciones europeas. Su labor incansable culminó con la inauguración en 1999 del Museo Antonini en Nasca, gracias al apoyo de Gabriella y Giorgio Antonini.
El legado de Giuseppe Orefici en Nasca
Desde aquel 1982 hasta la actualidad, Giuseppe Orefici ha vivido tras un sueño: desentrañar los misterios de la antigua Nasca. Su obra es un legado imborrable para los nasqueños, para quienes colaboramos con él y para todos los visitantes que se maravillan con esta civilización extraordinaria.
El viento del desierto sigue susurrando los secretos de Nasca, y gracias a Orefici, hoy tenemos más claridad sobre la grandeza de su cultura.
